Samizdat. 3. Pablo Rivero

Tercer Samizdat (y último, por ahora) para Pablo Rivero

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Si escribes ‘Pablo Rivero’ en el buscador de Goggle, te sale Pablo Rivero Rodrigo, un actor de ‘Cuéntame’. No es ese. Inténtalo de nuevo, y escribe ‘Pablo Rivero Gallegos’. Ahora sí. Varias librerías on line, una reseña en un blog amateur. Muy poca cosa para uno de los mejores escritores vivos de la península.

Pablo Rivero nació en 1972 en Gijón, y allí sigue viviendo. Ha publicado dos novelas, ‘La balada del pitbull’ (Trea, 2002) y ‘Últimos ejemplares’ (Trea, 2006). Las dos son geniales. Toca el bajo en ‘Los Guajes’ un grupo de rock sesentero. Tienen cinco discos. ‘La balada del pitbull’ es la historia de un chaval de un barrio de Gijón: ‘ Vivo en las 2000, denominado así por el número de viviendas. En las 2000 la vida es dura. Es un barrio de esos que la gente estereotipa como de malos y peligrosos, donde las señoras pasean bien agarradas a su bolso. Sin mirar a nadie a la cara.’ (1). Recién salido de la cárcel, el narrador explica como desde una infancia más o menos normal, la depresión de principios de los ochenta destroza la familia y lo mete en un callejón sin salida donde la violencia marca la normalidad de las relaciones diarias, hasta la muerte de un niño del barrio a dentelladas del pitbull de uno de su grupo.

‘La balada del pitbull’ es una novela extrema. Corta, agresiva, violenta y con un humor sádico, un tanto cafre. Es la plasmación narrativa de algo que ahora parece pintoresco recuperar, como fue el fenómeno quinqui de finales de los setenta y principios de los ochenta, y que en su momento fue algo bastante más trágico para los que lo vivieron de cerca, sobretodo por la cotidianeidad de la violencia en barrios obreros transformados en territorio comanche de un día para otro, gracias al paro y a la heroína. En esos núcleos en los que fracasaba la socialización tradicional, vía familia y trabajo, lo único que quedaba eran los amigos. La pandilla. Y la afirmación del grupo se ejercía a través del delito menor y la violencia. Por esto ‘La balada del pitbull’ está escrita así, y no de otra manera. Es un retrato generacional, de un momento concreto de la historia y de una clase. Empieza con la definición del padre del protagonista en una frase: ‘Era pobre, pero de derechas’ (2). El hijo, en vez de hacerse de izquierdas, se hará skinhead ultra. ‘Mi madre murió aquel día por la noche. Lo primero que pensé fue “¡Joder, no puedo ir al partido!” , pero los domingos no había entierros, así que tuve suerte’ (3).

Es el equivalente en novela al primer disco de los Ramones. Una bofetada de energía, tocado rápido y con mala leche. La evolución vendrá con ‘Últimos ejemplares’ su segunda novela, publicada cuatro años más tarde. Los ejemplares del título son la galería de personajes que desfilan por el mundo (el Gijón de finales de los ochenta) del protagonista, un adolescente con pocos amigos de su edad pero con un abuelo auténtico y un barrio lleno de personajes, todos ellos un poco idos pero de buen corazón. Es una novela coral, el retrato de un mundo en extinción, con una narrativa más compleja y depurada que en ‘La balada del pitbull’. Se conserva la mala leche y el sentido del humor, pero de una forma más irónica, más estilizada.

No se trata tanto de madurez sino de lenguajes narrativos muy diferentes. Si en la primera el eje era la rabia social, la venganza del protagonista lo que exigía ese tono, aquí hay un retrato de grupo vehiculado a través de alguien que contacta ese mundo con el nuestro. ‘ Leo y yo creíamos que para ser excepcional dentro de una sociedad no era requisito indispensable el ser millonario , ni manejar autos caros , ni vestir a los hijos de tirolés para llevarlos a misa los domingos, así que hicimos nuestro propio listado, en el que, a priori, tendrían cabida todos aquellas personas que se alejaran de los parámetros sugeridos por el profesor ‘ (4) . Es un testimonio de una forma de entender la vida que se pierde con la generación del abuelo del protagonista y que sobrevive como memoria literaria.

Es difícil señalar otros autores u otras novelas similares a ‘Últimos ejemplares’. Seguramente las habrá, pero entronca más con una tradición oral que escrita. Un poco como pasa con las historias que forman las novelas de Dovlatov, esas en las que normalmente acababa borracho y en la cárcel. Él mismo confesaba que la mayoría eran historias oídas y explicadas, de este y de aquel, que tras pulirlas una y otra vez para agradar a la audiencia nocturna acababan siendo escritas en sus novelas. ‘Las mejores novelas que he leído me han sido transmitidas por tradición oral. Viejos en parques, amigos de mi abuelo, borrachos, fanfarrones de barrio, sufridores, drogadictos, millonarios, etc. etc. Esos realmente son los que ejercen influencia, no han escrito nunca nada pero están llenos de libros.’ (5)

¿Y después…?. Nada. Las dos novelas pasan inadvertidas al gran público y a los círculos literarios serios. El autor se dedicó a sus cosas. ‘No tengo ninguna ambición ni ningún anhelo respecto a la literatura. Por lo poco que he asomado el pico por cenáculos literarios, me atrevería a decir que es un mundo triste y desolador.’ (6). Pero hay una tercera novela. Pablo Rivero la tiene escrita y se la ha enviado a Kiko Amat para que intente publicarla. Cuando lo consiga (confió mucho en su tesón y contactos) y tenga la edición que se merece, mucha gente descubrirá qué gran escritor nos hemos estado perdiendo. No lo duden.

1. Rivero, Pablo La balada del pitubull, paginas 27-28 , Gijon, 2008, El Comercio – Trea
2. Id , página 19
3. Id, página 78
4. Rivero, Pablo Últimos ejemplares página 35, Gijon , 2006, Trea
5. Entrevista a Pablo Rivero. Inedita.
6. Id.

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