El partisano Johnny

el antifascismo, más que nunca y por encima de todo considerado una reivindicación potente y armada del gusto y de la mesura frente al trágico carnaval fascista, era integral, absoluto

‘La próxima vez que invadan Italia, empiecen por el norte’. Lo decía uno de los generales alemanes derrotados en el 45 en el frente italiano a su homólogo inglés con la afectación del aristócrata que finalmente ha perdido una partida larguísima de polo o backgammon, a punto de sacarse el uniforme y pasar su jubilación en el sofá con la pipa y un coñac, rumiando en qué momento se torció todo. Esos valientes, que enviaban a una muerte segura a miles de sus soldados sin dudar, pero ninguno tuvo el valor de pegarle un tiro a su Führer cuando ya estaba todo perdido. La frase, sin embargo, resume muy bien uno de los mayores errores tácticos de los aliados en la guerra. La opción de abrir un segundo frente en el sur de Italia en el verano de 1943, lo que Churchill llamaba la soft belly del reptil alemán, sacó a Italia de la guerra para convertirla en un campo de batalla. Un campo que los aliados tardaron casi dos años en cruzar de sur a norte, embarrados una y otra vez en la peculiar orografía italiana y las pausas invernales, que favorecieron la defensa alemana. Porque a partir de la caída de Mussolini y la desbandada del ejército, en el frente italiano lucharon todos menos los italianos. Estos pasaron a una guerra civil de segundo plano en la mitad norte, donde los alemanes, tras rescatar a Mussolini (1), lo pusieron al frente de lo que se conoció como la Republica de Saló, bajo control efectivo de Hitler. En el amplio norte se dividieron entre las milicias fascistas y las antifascistas, los partisanos. Los fascistas ocuparon los núcleos urbanos grandes y medios y los partisanos las montañas.

Ahí comienza ‘El partisano Johnny’, la gran novela, póstuma e inconclusa, de Beppe Fenoglio. De claro carácter autobiográfico, Johnny es el alter ego del autor, también un anglófilo culto y literario que, tras la huida del ejército, marcha del refugio paterno en busca del mito partisano. Lo encuentra y pasa el resto de la guerra luchando con ellos, al principio en una drôle de guerre muy de comedia italiana, que ocupa prácticamente toda la primera mitad de la novela. Explica en el prólogo la traductora Pepa Linares que de las dos versiones que tenía escritas Fenoglio, escogió para esta edición los primeros veinte capítulos de la primera versión y los segundos veinte de la segunda. Siendo la segunda mitad más cercana a una novela realista, menos licenciosa y más directa, da la impresión que Fenoglio quiso reescribir la novela en una versión más cercana al neorrealismo, a lo terrible de la guerra. Aunque mantiene el genio y la pericia, la primera parte, con una literatura más original y desarrollada, es de lo mejor de la literatura italiana del XX.

El rasgo más llamativo de la novela es que está escrita en italianglish. El narrador, un anglófilo literario extremo, mezcla frecuentemente los dos idiomas (‘su voz dry y compacta, que ni siquiera aquel viento lograba disject’). No tenemos constancia que los comisarios políticos del italiano de la época se rasgasen las vestiduras, alertando al público de que con novelas así, el italiano iba directo a la aculturación y de ahí al exterminio. Debió ser porque tiene un estado detrás. Dos, si contamos el Vaticano. Si no, no se entiende que publicaran semejante temeridad. Aquí no se trata de reflejar un contexto sociocultural mestizo o hibrido sino la realidad mental y cultural del protagonista, que, de tan imbuido en la literatura clásica inglesa, lee su entorno en una mezcla individual y personalísima de ambas lenguas. El resultado funciona porque no es artificioso. Y porque no deja de ser accesorio. El peso de la novela está en la experiencia de la guerra de guerrillas del protagonista y su identificación, tanto con su lucha como con su tierra y sus compañeros. Que use dry o seca es una característica, original pero secundaria, de la identidad que se construye el personaje.

Más de fondo que la mezcla con el inglés resulta, también sobretodo en la primera mitad, un despliegue de los recursos sintácticos del autor, a veces forzado pero coherente con la épica del mensaje. También es Linares en el prólogo la que saca a relucir a través de otro critico italiano, la expresión ‘grande stile’ para identificar la ambición literaria de la obra. La literatura española del XX abunda en novelas adscritas al ‘grand style’ que pregonaba Benet en su famoso ensayo iniciático, muchas de ellas en el marco argumental de la guerra civil, en este caso la española. Pero qué diferencia, entre ‘El partisano Johnny’ o, por ejemplo, ‘Herrumbrosas lanzas’. Torear o ver los toros desde la barrera.

Pero Johnny y sus partisanos, también peleados entre rojos y azules (‘I’m in the wrong sector of the right side’) comparten con los republicanos de aquí la ilusión y la ingenuidad histórica de su sacrificio, aunque el italiano acabara bien. Los partisanos, como bien entiende Johnny, quieren jugar a la guerra clásica primero contra un enemigo de pega, otros italianos con tan pocas ganas de luchar como habían tenido antes de 1943. Después llegan los que están esperando su momento para cobrarse la venganza, que cae sobre Johnny y los suyos con todo el peso posible en el otoño del 44 e invierno del 45, cuando libres de avances aliados, que ya están preparando el asalto al Rhin, se dedican a exterminar las unidades partisanas del norte de Italia, que hasta entonces habían soñado una guerra con los fascistas, de igual a igual.

Beppe Fenoglio, que había pedido que en su lapida solo figurasen dos palabras asociadas a su nombre, ‘escritor’ y ‘partisano’, no llegó a ver publicada ‘El partisano Johnny’. Murió en 1963, con apenas 41 años. Décadas después, su novela es una de las grandes novelas italianas del XX, que podemos leer en castellano gracias a la editorial Sajalin y al impresionante trabajo de su traductora, Pepa Linares.

1.La operación de rescate de Mussolini, mitad audacia mitad incompetencia, lo volvió a meter en una guerra en la que no tenía ninguna intención de seguir participando. Hitler se lo dejó muy claro; o cogía el mando de la Italia alemana, o trataría su país ‘como a Polonia’. Al final, le costó la vida igualmente y acabó colgado en la plaza mayor de Milán.

Beppe Fenoglio, El partisano Johnny, Barcelona, 2013, Sajalin

Deja un comentario